miércoles, 16 de octubre de 2013

Él.


Él.

Elegante, grácil, siempre en un traje pulcro y cuidado, negro y blanco, que se amolda a tu bella figura alargada, delgada, pálida cual espectro invernal.

Adoro tu voz de ángel cuando con manos frías te acaricio con ternura, e incluso tu grave lamento es melodioso.
Espero ansiosa siempre el momento de encontrarme contigo y de unirme a tu cuerpo perfecto, impecable, que parece labrado a base de cincel.

Tiro la chaqueta despreocupada, no sé sentirte con ropa, me conoces, y dejo que entonces tus esbeltos y alargados dedos se junten y disfruten con los míos, que anhelantes se aferran a tu garganta masculina, a tu pecho templado.

Tan claro, tan transparente. Nada me ocultas ya. Fiel compañero, nunca me abandonas, esperas paciente a tu amiga, aunque me haya olvidado de ti durante un tiempo.

Y cuando la añorante melancolía torna nos reconciliamos con regocijo, y la dicha gloriosa se plasma en nuestras caricias apasionantes, fogosas, que cual llama o huracán, se desprenden de lo moderado para que el forte de nuestros suspiros se entremezcle hasta llegar el punto álgido, donde el último umbral se atraviesa…

Y ya solo somos ángel y cantante, solo voz y sentimientos, solo un expresivo dueto de dos almas unidas…

Sabes tanto como yo que intento con fuerza que jamás nos separemos, y tiemblo cuando te encuentro solo, perdido, abandonado cual perro mojado; y tu silencio hueco me llama, rogándome, implorándome mis caricias, pidiéndome regresar a tus rodillas duras, a tu americana oscura, a tu corbata de seda y tus ojos cerrado, con aquella voz que hace que me pierda en tu única palabra.

A veces otros me suplican zalameros las manos, pero solo tú eres mío, y solo yo soy tuya. Los otros, lo sabes bien, me dan igual: de piel canela, otros chocolate, otros nívea y clara, con aquellas voces rechinantes y ensordecedoras, lisonjeros... Pero no son como tú.

Encierras tantos secretos, tantas confesiones, tanto sufrimiento, tanta alegría que a veces pienso cómo puede caber en ti el alma de una persona entera.

Solo te quiero decir que estaré a tu lado igual que he estado todos estos años: con nuestros enfados, con los silencios que ignoramos, con esos pasajes difíciles, con aquellos momentos imposibles en los que mis dedos no te alcanzan todo lo que me pides, con la euforia de lo magnífico, con esos gritos de la vecina de al lado cuando nos traspasamos del límite, con todos esos besos que aún no nos hemos dado, con todas esas horas que pasamos juntos...

Antes, ahora y siempre.

Junto a ti.


Mi piano.




6 comentarios:

  1. Ohhh, qué bonitoooo!!!
    Me encanta, sobre todo el final.
    Es el relato del amor por la música en estado puro.

    No pares de escribir :)

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    1. Muchas gracias :)) Amo la musica casi tanto como a la escritura ^^
      Eso jamás, ya ire subiendo alguna cosilla más, ahora estoy volcada en la novela
      PDme alegro de que te deje comentar ;))

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  2. Pd: wiiiiii!!! Por fin me deja comentar!!!

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  3. Hay que reconocer que en esta composición usted a mostrado un breve interés y ha sacado su talento, no sabemos si ese talento es todo lo que tiene o solo es una minúscula parte. Aunque sus publicaciones en este blog, hablan por si solas. Se ve claramente que usted se ha inspirado en la "Rima VII" de Gustavo Adolfo Becquer. Aunque podría haber convertido esta composición en un homenaje a un artista de tanta categoría, en vez de en un tosco intento de inspiración.

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  4. Sepa usted que en este relato solo me he inspirado en mi amor profundo por la musica. Jamás sintiendo que era una imitación a Becquer, él con las cuerdas del arpa y yo con las de mi tan querido piano.

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