miércoles, 15 de mayo de 2013

Metamorfosis de mariposa a gusano. Introducción.




Metamorfosis de mariposa a gusano.

 

Introducción

 

Hola mi querido lector. Te preguntarás porqué esta ironía de título, porqué esto cuando la ley del orden natural dicta que es el pequeño gusano quien se transforma en la grácil mariposa.

Te contaré la razón por la que he elegido este nombre tan peculiar:

Bien sabrás que actualmente, a pesar de que muchos lo niegan por no enfrentarse a esta realidad, que vivimos en un tecnológico mundo hipócrita, y que esto que escribo no son más que unos pensamientos inútiles de alguien que no importa a absolutamente a nadie. Después de estas palabras, de las que imagino que compartirás varias, me centro en la explicación.

 

Nosotros; tú, yo o cualquier otro, formamos parte de la más poderosa especie animal que ha poblado el planeta Tierra: la raza humana.

Nosotros hemos alcanzado la capacidad de razonar, de pensar, y un pequeñísimo grado de libertad (pues bien sabes que jamás alcanzaremos la libertad total, solo poseemos una parte diminuta de las elecciones, como dijeron “no somos libres porque no podemos decidir si queremos serlo, y si decidimos no ser libres, ya estamos decidiendo.”)

Dejando atrás esta interrupción filosófica me adentro un poco más, querido lector, si en este preciso momento sigues leyendo esto que escribo.

El ser humano nace como la más bella de las criaturas.

Indefensos, pequeños, frágiles y débiles, pero aún así bellos.

Somos lindas crisálidas envueltas en los hilos transparentes de la vida.

 

Aquí me paro. Digo que pasamos de mariposa a gusano, pero parto de una primera fase más interior; la fase en la que nos agarramos a la vida pero también debemos enfrentarnos por primera vez a la Muerte. Si superamos esta prueba adelantamos un paso

Nacemos. Nacemos como las bellas mariposas cuando salen de su sueño metamorfósico: llenas de luz, con las alas abiertas, entrando de lleno en la vida. Bellas, preciosas, de todos los colores, de todos los estilos. Irradiando luz y color, llevando la felicidad a su grado máximo…y cuando abren los ojos y nos ofrecen su primera sonrisa llegan a la cumbre del gozo…

 

Crecemos, poco a poco, observando todo, deleitándonos con lo que este mundo aún ajeno nos ofrece.

Disfrutamos de la vida, gozamos en la adolescencia y en los años que le siguen. Pero esta comienza a destrozar nuestros sueños de infancia, y empezamos a perder la imaginación, las ganas de soñar, la esperanza…

 

Y entonces comienza esta metamorfosis a peor. Caminamos resignados con nuestra asquerosa condición. Nos da igual todo. No luchamos ya por nada. Simplemente aceptamos lo que nos venga encima.

Unos pocos juegan con nosotros como viles titiriteros, nos impiden pensar, o ni siquiera eso, nos hacen creer que nos impiden pensar. Por tanto nos abandonamos a su juego, a su suerte, siguiendo una línea de vida monótona, continua, constante…

 

 

Y decaemos a la putrefacta tierra oscura como repugnantes y feos gusanos; que se estremecen, que se retuercen, que tiemblan, que gritan sin voz para poder ver la luz que no pueden (o no piensan que pueden) alcanzar…

Y así llegan a la tan temida Muerte quien con su afilada guadaña corta en pedazos a estos gusanos, que terminan su vida en vida…

 

Esto es mi título, una explicación de la vida de cualquiera que se libera a la suerte de otro.

 

No sé querido lector, si habrás llegado a estas alturas de mi escrito o habrás decidido dejarlo “para mañana” o por negarte a ti mismo la realidad en la que puedes vivir.

Desearía más que fuera por la segunda razón, pues así me afirmas sin quererlo aquello que escribo.

Dejando esto a un lado, no quiero que me malinterpretes. Es cierto que ha habido variadas y abundantes personalidades pensadoras que han hecho de esto que expongo las excepciones, pero lo bueno es fácil reconocerlo y aclamarlo, es más sencillo acostumbrarse, por ello no me detendré más de lo necesario ni comenzaré con una larga lista de nombres, porque no viene a cuento.

Llámame pesimista u oscura, pero prefiero centrarme en el mundo de ahora, en este trágico mundo de ahora.

 

Creo que ha llegado el momento de acabar con esta introducción y comenzar ya con la verdadera metamorfosis; la que debería ir de gusano a mariposa.

 

Espero, mi querido lector, que estos “pensamientos y reflexiones inútiles” no pierdan la pequeña probabilidad de ser leídos por alguien, y que en tal caso sean disfrutados al máximo.

 

Empieza la cuenta atrás…

Cuentos breves...7




7/Pereza

“El sueño de una noche de verano”.

 

 

Llegué. Aquello era el lugar más bonito y pacífico que había visto nunca: una inmensa pradera verde y a lo lejos divisaba una enorme encina.

Me acerqué. Apenas corría una suave brisa perfumada al rocío mañanero y que arrastraba diminutos pétalos poco numerosos de pequeñas margaritas.

 

Me tumbé a la sombra de la encima. No hacía un calor excesivo, pero sí era el suficiente para que desearas mecerte y acabar en un sueño profundo.

Tenía cosas que hacer, sí; pero preferí descansar un rato en este tranquilo paraíso, donde tan solo el fuerte aleteo de una bella mariposa podía estropearlo.

 

Estuve pensando mientras me divertía observando las algodonadas y apenas visibles nubes en todo lo que debía de estar haciendo. No me apetecía. Necesitaban que hiciera lo que me pidieron con rapidez, pero no pude evitar perderme unos instantes en aquella paz y sosiego.

Se me van cerrando los ojos, ¿qué mas darán las tareas? Me apetece echarme una siesta.

Me duermo, las ovejas saltan en mi subconsciente una valla imaginaria. Hay un delgado y caudaloso río de aguas transparentes. Me baño, no está fría.

Salgo y descanso cerca de un árbol el cual no se qué es.

De repente, el cielo azul se nubla.

Empieza a oscurecer. El anterior níveo techo se colma de negras y amenazantes nubes.

Truena. Relampaguea. Huyo. Siento que me persiguen. Las piernas no me responden, no puedo correr.

Las sombras me envuelven, noto como si un rayo me rozara la nuca y me la despedazara.

 

Termina la tormenta, de nuevo luce el Sol.

Me desperezo. Algo me escuece con rabia en la nuca. Me toco. La cabeza me da vueltas.

Sangre. Me mareo. Pierdo el conocimiento.

Necesito levantarme, pero no quiero, el manto del sueño que otorga la pereza me envuelve.

De nuevo me sumerjo en un eterno sueño en esta noche de verano.

Me palpo. Encima de mi cuerpo sostengo una rama de laurel que la pereza colocó.


Cuentos breves...6




6/Envidia

“El frutero verde”.

 

Era bella. Más que una diosa. Su eterna juventud la hacía que fuera un lindo capullito de rosa por el que cada mañana resbalaba una gota de brillante rocío.

Había alcanzado la fama. Su rostro se iluminaba cada día con los flashes de los paparazzis, que ansiosos la esperaba a la salida de su casa, a pesar de todo no manchaban su impecable hermosura.

Tenía todo lo que cualquier materialista podría desear, además estaba casada con otro rico joven y apuesto, amigo suyo de su infancia más tierna.

Pero este rostro risueño y casi infantil, a parte de amigos por doquier también había generado los más sucios y rastreros enemigos.

Pero en contrapartida, como la más simple historia, en las sombras, estaba una amiga de este precioso capullito. Poco agraciada, más tirando a pobre que a clase media, divorciada y soltera y con la incapacidad de poder dar a luz; rezaba todos los días plegarias para que algo malo le ocurriera a aquella gota fresca de almíbar.

El vigésimo primer aniversario del cumpleaños de esta, su humilde amiga decidió presentarse en la fiesta que esta organizaba. Quería arrebatarle todo cuanto tenía. Lo que ella nunca podría tener.

 

Comenzó la fiesta, y la joven percibió la llegada de su antigua amiga, la abrazó y se preocupó de que no se sintiera más incómoda de lo normal.

 

Al final de la fiesta, la envidiosa colocó su regalo encima de la mesa, buscando el sitio más adecuado.

En el centro reposaba cansado un elegante frutero de mármol verde que recordaba al verde tranquilo de las algas marinas.

Frutas desde las más comunes a las menos conocidas ocupaban su sitio en tan delicado soporte.

Las dos amigas se retiraron a una zona más tranquila, donde apenas había gente.

Entonces, con los ojos entre rabia y desesperación, la desafortunada muchacha sacó una pistola lo suficiente ligera para ser manejada fácilmente por alguien no muy experto.

Expresó casi en lágrimas su odio hacia aquella belleza por ser alguien tan perfecto y con tanta suerte, porque alguien así es un ser injusto.

La preciosa joven rompió en lágrimas, suplicando su vida y excusándose en la más profunda inocencia de que haber tenido eso no era culpa suya.

A su compañera no le importaron las razones de su amiga y con un disparo le arrebató la vida.

Ante el ruido, la multitud llegó corriendo al cuerpo de la bella joven muerta quien seguía sin perder su belleza a pesar del disparo.

Ante esto, la otra chica perdió el control y los nervios. Girándose y observando a todos los presentes señaló al frutero y arrepintiéndose para sí de su pecado apretó el gatillo y se disparó a la altura de la frente.

Río de sangre y gritos que inundaron la fiesta.

Alguien señaló el verde frutero y la única fruta que aún permanecía en el centro de este.

 

Escrito con la caligrafía de la envidia, en una manzana de oro se podía leer: “Para la más bella”.

Cuentos breves...5




5/ Gula

“Las trece uvas”.

 

Era un desfile de bolas redondas.

Un gato persa. Así era la mujer que repanchigada reposaba en un alargado sofá.

El traje canela la apretaba, la impedía respirar con absoluta normalidad.

El tocado de plumas del mismo color hacía que se viera un tanto ridícula.

 

El escenario tenía un aire surrealista: todos peces gordos bebiendo buen cava y fumando anchos puros y hablando de economía mientras sus rellenas mujeres parecían sacadas de “Las tres gracias” de Rubens, compaginando su charla con pequeños aperitivos que escuálidos camareros servían cada poco tiempo.

Ella, mujer rompecorazones por su dinero, había acudido a esta peculiar fiesta en conmemoración de la apertura de una nueva galería de arte.

 

Empezó el banquete. Agradables conversaciones. Aperitivos, entrantes, primeros, cortantes, segundos de pescado y carne, y una gran variedad de postres, licores y cafés.

No podía parar, no soportaba ver su plato vacío. Era casi una obsesión.

 

No cesó  un segundo durante la cena, atragantándose numerosas veces con las espinas del pescado y casi ahogándose con su propia bebida al tomarla.

Al terminar la cena, empezó un pausado baile, perfecto para la dificultosa movilidad de los invitados. Ella prefirió reposar en el sofá.

Pero había algo que no le cuadraba; su estómago la pedía más.

Las vio. En una delicada bandejita plateada descansaba un racimo de oscuras uvas.

Gordas, bien constituidas, parecía que sintiera su llamada.

Se levantó, con el deseo que jamás se apagaba del comer.

Las comió, al principio de una en una, pero después a trompicones.

Notó que no podía casi tragar ya. Los pipos la dificultaban el paso de su tan ansiado manjar.

Tragó como pudo, su rostro empezó a tornarse de un tinto, pasando al oscuro color de las uvas.

Aún así, descontrolada, demente intentó comer más.

No lo aguantaba, el techo y el escenario empezaba a darle vueltas. Empezó a ver borroso; y cuando se metió en la boca la decimotercera uva cayó desplomada al suelo.

Gritos de horror en la sala. Cunde el pánico. Algunos hombres se agachan con miedo a la escena. Está muerta.

 

Aquellas trece uvas no fueron más que la representación de la gula que la llevó a la muerte.

Cuentos breves...4




4/ Ira

“Incendio”.

 

Reaccionó de manera exagerada. Cierto es que lo estaban poniendo a prueba, y que era muy propicio a estallar así. Pero fue demasiado.

Lo humillaron ante un gran grupo de gente; lo acribillaron a insultos y blasfemias; y él se dejó llevar por su furia.

Juró que pagarían por aquellas tormentosas horas.

Salió de allí. Su sangre hervía con odio y rabia. Regresó horas después, anhelando venganza. En sus ojos se divisaba fuego de desprecio, casi un sentimiento de misantropía contra aquellos hombres.

Lo preparó todo.

Entró en el edificio dando fuerte cada paso, como si quisiera desahogarse rompiendo el piso. Llegó hasta donde estaban los hombres riéndose despreocupados, ajenos a lo que les iba a pasar.

Estalló. Como si de una lluvia de ardientes meteoritos se tratase, atacó.

Un gato enrabietado, con uñas y dientes, contra ellos, eso era.

Los intentaba tirar, encendido con un incontrolable deseo de querer matarlos.

Onomatopeya que dio el inicio de la vida de una cerilla.

Final, empezó el fuego. Primero una diminuta llama. A los pocos segundos ardía el edificio entero.

Al igual que si estuviera poseído por el mismo Satanás, en medio de una risa maníaca caminaba jactándose de los hombres que antes lo humillaron, que ahora ardían vivos despavoridos sumisos en el pánico por las plantas del edificio.

Parecía inmune a las bravas llamas.

No afectaban a su cuerpo. Solo buscaba la más dura y cruel venganza, que en vez de fría se servía flaneada en este infierno de humo y fuego.

Cataratas con lava y flamas descendían por las paredes. Era una pesadilla con forma de volcán. Aumentaba la temperatura. Hacía mucho calor. El humo se iba apoderando del oxígeno que intentaba moverse por la habitación.

Pero él seguía caminando, muy despacio, malévolamente riéndose, salía así de aquel edificio consumado por las llamas y el fuego de su cólera.

Frenó. La sirena anunciaba la llegada de policías y bomberos. Escapó. Pocos metros delante de la pila de fuego se paró. Contempló. Rió. Y sintió que había sido la fuerte llama de la rabia quien lo poseyó, y no el mismo diablo quien lo ayudó en esa acción.

 

Huyó. Loco corriendo en la tarde alejándose del incendio que provocó su ira.

viernes, 10 de mayo de 2013

Cuentos breves...3




3/ Lujuria

“Mortales”.

 

Tú. Yo. Solos en el perfume oscuro de la noche.

 

Lo único que veo son dos cuerpos unidos que no se separan; lo único que siento una embriagadora sensación del más descontrolado placer.

Ahogados en nuestro propio deseo. Es la mayor obra de arte; las puertas del jardín del Edén están abiertas de par en par. Estamos dentro. No nos separamos.

Me dices algo ininteligible susurrando al oído. No escucho. Solo me pierdo en esa sensación más fuerte que el canto de una sirena. Te toco, suspiras, me acaricias, te beso.

Nos perdemos en un beso. Siento tu boca como la lengua de una serpiente deslizándose por mi cuerpo. Tú te mueves igual que una. Nos entrelazamos. Somos uno.

Los aullidos de la oscuridad no me importan, solo quiero vivir desesperadamente esta pasión.

 

Te estiras, te arqueas. Como un gato preparándose para atacar. Te freno, me detienes; respiras y te yergues. Te acerco a mí, no quiero que te separes. Me muevo, suspiras.

Te acaricio profundamente y escucho de tus labios la música más bella.

Me muerdes con cariño en el cuello, te enlazas, ahora pareces un murciélago encaramado a las rocas de una cueva.

Comienza a llover, no paramos, agradecemos la suave caricia de las gotas en nuestros desnudos cuerpos. Tiemblas, te abrazo. Me miras, pestañeas y me lanzo ansioso a tus brazos. Sigue lloviendo, y pruebo el néctar sagrado de tus labios. Me deslizo, descanso en tus senos, siento tu corazón latiendo con fuerza. Oyes el mío, que aún no quiere descansar. Te abrazas, tienes frío. Yo ya no lo siento. Corre el viento, temblamos, pero nos volvemos a entregar a nuestros instintos. Te siento, el deseo es irresistible, me puede, me grita, me implora más.

 

No sentimos las sombras que comienzan a rodearnos, corre más fuerte el frío viento.

No nos importa que empiecen a acercarse, no reparamos en ellas. Solo siento tu boca. Tú solo sientes mis labios.

No sabemos que pasa. Sentimos como si nos fuéramos convirtiendo en carámbanos de hielo. Me cuesta respirar, tú casi no puedes…

Pero a pesar de eso, sigue fluyendo el fuego de una ferviente pasión que se pierde en el secreto de la lujuria…

Se apaga la pasión, ya solo quedan cenizas.

Tú. Yo. Muertos como simples mortales.

Cuentos breves... 2




2/Avaricia

“El dorado”.

 

Quería más, ansiaba más. Aquel individuo ya más cerca de veterano que de joven soñaba con regodearse en la fortuna.

Era rico. Rico a rabiar. Pero su incansable alma necesitaba más de lo que podía obtener.

Cada vez que conseguía algunas monedas nuevas, su cabeza ya había empezado a maquinar algo para obtener el doble.

 

Su cabeza, su magnífica cabeza se desperdiciaba para encontrar la manera de alcanzar una fortuna infinita, aquel cerebro podría haber sido utilizado para algo mejor que para eso; pero al igual que don Quijote con los libros de caballería, él estaba obsesionado con el dinero.

 Un día lo vio; era su sueño: la mayor fortuna que jamás había existido, deslizándose por sus anoréxicas manos. Ese ser había empleado su vida enterrándose en la más profunda usura, para luego ascender a las cumbres multimillonarias más altas de los tiempos que corrían.

 

Pero quería más, su cabeza y alma le decían que tenía que encontrar “el dorado” para alcanzar su felicidad eterna. Él les hizo caso.

Durante su trayectoria acumuló todo tipo de enemigos; jamás encontró el amor, ni tampoco perdió ni un segundo de su tiempo en buscarlo. Realmente su corazón estaba vacío, y lo intentaba llenar con monedas doradas, todas las que pudiera para acabar con ese hueco en su interior.

Llegó aquel trágico día, la suerte lo había acompañado todo el tiempo que vivió, colmándolo de más y más monedas, pero aquel martes lo dejó solo.

La noche anterior, como si de un sueño premonitorio se tratase, se imaginó a sí mismo descansando sobre un enorme montón de monedas.

Al día siguiente, decidió sacar toda su fortuna a un enorme depósito. Billetes y monedas desembocaron sin control en el espacio asignado. Se acercó cuando terminó, contemplando su obra maestra, deleitándose con ella; pero no predijo todo.

Sigilosos y por detrás, un grupo de cuatro fornidos hombres enguantados en blanco hicieron que precipitara sobre el depósito, cerrándolo casi instantáneamente en el acto.

 

Ahogado entre monedas y billetes, debilitado por su mala salud no tardó en perder el oxígeno que la avaricia le retiraba poco a poco, hasta que empezó a sentir la llegada a “el dorado”.

Cuentos breves de los 7 vicios:1

Los "Cuentos breves..." son una colección de 7 relatos muy cortos que narran uno de los siete pecados capitales (Soberbia, avaria, ira, lujuria, envidia, gula y pereza) En ellos o el que sigue el dictado del vicio o los afectados por esa persona tendrán un final fatídico.


1/ Soberbia

 “Gota de sangre”.

 
Caminaba una linda joven enfundada en un granate vestido por la vacía calle crepuscular. Con el ceño fruncido andaba con rabia: los planes no salieron como ella había querido, aquello la sobrepasaba.

Su novio, un joven con un par de años más, había roto con ella aquella misma tarde. Todo porque se había ido detrás de otra muchachita risueña y encantadora, y con este pretexto dejó a la que ahora recorría las calles.

Lo sabía todo. Los dos nuevos tortolitos estarían disfrutando de su recién estrenado amor en la misma coctelería en la que tantas veces había compartido besos y caricias con ella, quien seguía arrastrando su granate vestido.

Llegó a las puertas de la coctelería con una sonrisa malévola en su boca y maliciosa mirada. Entró. Y acertó en su predicción: la pareja estaba sola saboreando el fuerte sabor de los cócteles mezclado con suaves caricias.

La joven los miró. Su sangre igualó el color de su vestido; era el más fuerte orgullo quien corría desenfrenado por sus venas.

Se acercó a donde los jóvenes estaban, se sentía despechada, dolida… de su pequeño y elegante bolso sacó un afilado cuchillo, ambos la miraron asombrados, ella se perdió entre agudos estertores de dolor y pánico cuando las gotas de sangre empezaron a caer.

Una tras otra ensuciaron el delicado vestido blanco y se confundieron en el granate vestido de la que empuñaba su muerte.

Él permaneció inmóvil, pensando en que él sería el siguiente, rezando por librarse de aquella horrorosa visión.

Así fue, tras caída su última gota el cuchillo rozó la morena piel del joven, y las carmines gotas volvieron a caer.

Aquel hombre la dejó, y aquello la hirió en lo más profundo de su ego, de su orgullo ferviente, por ello debía pagar por sus actos.

 

Soberbia fue la definición que la soberbia eligió para su recién terminada obra.

Sintiéndose imponente, con su aire de orgullo abandonó el bar.

Poco después, la última gota de sangre resbaló por la copa hasta quedar en el suelo.

jueves, 9 de mayo de 2013

Haiku



Haiku

Para la rosa
la mar entera
como fruto.
 
PD: El Haiku es una forma de poesía tradicional japonesa. Consiste en un poema breve, generalmente formado por 7 silabas, o 5 moras respectivamente. Comúnmente se sustituyen las moras por sílabas cuando se traducen o componen en otras lenguas. La poética del haiku generalmente se basa en el asombro y el arrobo que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza.

Elegia

Dedicada a mi abuelo...


   Elegía a mi abuelo 

 

 Hace tiempo un hecho muy triste en mi familia sucedió;

 Un lunes en Coslada mi abuelo falleció.

 Lo recuerdo cuando a su huerto íbamos,

 Cuando a la brisca jugábamos,

 Cuando ramos de flores recogía

 Y cuando la discusión por el mando venía…

 Un día, mientras volvíamos del huerto

 Con un ramo en su seiscientos,

  Una avispa se posó en el asiento

  Y el escándalo provocó.

  También me gustaba cuando cogía manzanas.

   Eran unos días especiales cuando él estaba…

   Le solíamos regañar porque se empapaba los pies

   y se enfriaba después.

   Mi abuelo era muy goloso,

   Le encantaba el danone de fresa

   Y su taza de café.

 

Coloquio... parte II capitulo final

Porque todo tiene un final...


El reloj de arena que siempre se paraba cuando faltaba el último grano por caer.

 

Bueno compañero, veo que se acerca el momento de despedirnos. No quiero que sea empalagoso como las telenovelas que ves, no. Quiero que sea profundo, que parezca que mañana o esta misma tarde nos vamos a volver a ver.

Porque no me apetece enfrentarme de nuevo a la realidad; prefiero quedarme en tu mundo, pero los dos sabemos que no puedo.

Pero sé que algún día podré salir a la calle y gritarle a los cuatro elementos lo mucho que odio este mundo, esta realidad hipócrita e injusta, falsa hasta el aburrimiento.

Me cortaría las venas si pudiera, y me dejaría morir a la intemperie, dejándome de plato de buen gusto a los bichos. Pero  no puedo, porque si los pocos seres pensadores que quedamos nos suicidamos todo se iría al traste, y seríamos bolas de papel arrugadas en el fondo de una papelera. Porque, amigo mío, mírame como el romántico rebelde, aquel que lucha por liberarse de esta sociedad, evadiéndose,  pero a la vez como el realista que quiere encararla y contársela a todo el mundo, para que la conozcan y hagan algo al respecto. Porque al igual que nosotros hablamos sobre la Muerte, esta se besa con un galán; y mientras conversamos sobre la deshonra de los botones descosidos, suben los cuerpos muertos al Monte de las Ánimas cargando la cruz gamada del diablo; y cuando nos sorprendemos del puesto que solo vende helados de menta y chocolate, aquella alma solitaria compone su Miserere a la vez que las golondrinas sobrevuelan a las corzas blancas que corren sin sino…

Porque ya ves que todo lo daría por morir y a la vez me elevo a la vida.

La censura de los pensamientos debería estar prohibida, pero es lo que más puede, el silencio y las máscaras que cubren nuestros verdaderos rostros no se desprenden de ninguna manera. Estamos sujetos a un modo de vida falso y translúcido, rutinario, monótono, que casi parece que no nos deja pensar.

Digo yo, ¿cuándo acabará? ¿Cuánto tiempo podré sobrevivir hasta que acabe este invierno negro y pueda finalmente ver la luz?

Me quedo sin fuerzas, amigo. Y ya me he despedido de ti en la rotonda, mientras me sonreías como el gato Risón. Y ya me he muerto en esta realidad asfixiante.

Y justo antes de agarrarme a la mano de la Muerte, el reloj de arena se para justo cuando queda el último grano por caer. Y no muero.

Mientras las garras tenebrosas de la Muerte me sostienen con una delicadez impropia de ella, mientras veo que ninguna de las religiones me puede servir porque, a fin de cuentas no son más que creencias que te dan algo en lo que agarrarte para tomar fuerzas; vienes.

Vienes como siempre: alegre y sonriendo con la sonrisa del gato Risón. Y a pesar de que el contacto de la Muerte me calma y me relaja y me siento a gusto en sus brazos mecedores, me coges con fuerza, de un brazo. Aún sigue parado el reloj de arena, y me desprendes de la tranquilidad y seguridad que la Muerte me propicia, para llevarme a la potente claridad del nuevo día, alejándome de las tinieblas y del reino de oscuridad en el que suena la Música de la Noche, y una vez que salimos me miras y me sonríes. Y parece que el mundo se ha parado, y el último grano de arena sigue quieto.

Y parece que no ha pasado nada. Solamente esperando a comenzar este coloquio entre tú y yo.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Parte II "Coloquio entre tú y yo".

Por una igualdad, aún utópica.


Humanidad” es igual al cuadrado de la suma de las mujeres y los hombres.

 

-…Pasamos ahora a la siguiente noticia. Una mujer de 34 años ha muerto a manos de su marido en la localidad de…

“Te giraste alterado mientras me gritabas por qué habría apagado la televisión tan de repente. Inflaste tus carrillos y me clavaste tu mirada.

Aquella noche te habías quedado a cenar en mi casa y habíamos puesto el telediario.

Te miré entre indiferente y malhumorado. No soportaba las noticias. Nunca escuché un telediario en el que no mencionaran una muerte a causa de la maldita violencia machista.

Me escrutaste con la mirada y te diste cuenta del por qué de mi reacción. Asentiste pensativo y me dijiste que lo ibas a volver a poner, que seguramente la noticia habría terminado.”

-…La mujer fue asesinada con un arma blanca en la zona del abdomen. El marido se intentó dar a la fuga pero los gritos de la mujer alteraron a los vecinos que se lo comunicaron a la policía. El presunto asesino fue detenido minutos después de que cometiera el asesinato. Dentro de algunas horas pasará a disposición judicial.             Los vecinos del inmueble no se explican cómo ha podido suceder, pues eran aparentemente una feliz pareja recién casada. Aunque algunos residentes han afirmado que han escuchado varias veces alguna discusión demasiado fuerte, pero que nunca se imaginaron semejante locura.

 La mujer presentaba también hematomas a lo largo del cuerpo, en especial en los brazos y en las muñecas. Otro caso de violencia de género con el que suman ya más de 27 mujeres muertas desde el comienzo del año. Les seguiremos informando…

“Apagamos la televisión y nos quedamos pensando… ¿Hasta cuándo va a durar esto? ¿Cuánto tiempo van a tener que seguir aguantando la otra mitad de la población las prácticas abusivas de aquellos machos cabríos que se creen superiores con su imperativo categórico?

Me miraste con una pequeñita sonrisa porque sabías que esto me enfadaba y me entristecía. Conocemos tantos casos…: Mujeres asesinadas por su pareja sentimental, Mujeres muertas por la envidia y los celos de su ex­-pareja, Mujeres marcadas para toda su vida por una violación, Mujeres muertas por varios de estos casos sumados…

Y mientras esos machos cabríos se regocijan en su lecho de cárcel del que encima lo ven como algo bueno, algo orgulloso, con lo que lucirse; las víctimas se consumen entre el dolor y el saber que nada se va a hacer por mejorar la situación.

Bien, me sonríes diciéndome que deje a un lado mis pensamientos negativos y construyamos durante unos instantes una utopía…

Un mundo en el que esto no existiría, en el que las mujeres estuvieran también vigentes en la vida política. Que hubiera más “reina” y no más “rey”. Que haya partidos que se llamen Asociación de Mujeres en la Vida Política. Un mundo donde el descabellado y miserable que mate a otra de su misma especie se arrepienta de ello durante toda su miserable vida. Un mundo donde al igual que decir que un hombre con dos mujeres es motivo de orgullos y aplauso por parte de los compañeros también lo sea una mujer con dos hombres (y no como actualmente, donde una mujer con dos hombres se considera despreciable e indigno, porque también la poligamia de una mujer con varios hombres debe de estar así mismo permitido). Un mundo en el que porque la criatura que vaya a nacer del vientre de una madre sea niña esté prohibido abortar, lo mismo con niños, toda criatura debe tener el derecho a la vida. Un lugar fresco y renovado donde “papá” hace las mismas tareas domésticas que “mamá”, un mundo nuevo donde no se obligue a niñas de apenas 10 años casarse obligatoriamente con un señor de 50…

Un mundo donde la “Humanidad” debe de ser igual al cuadrado de la suma de las Mujeres y los Hombres, donde no se designe al conjunto por la palabra “hombres” sino por una que también incluya mujeres, una “Humanidad”, unos “Seres Humanos”…

Ambos acabamos mirándonos sonrientes al disfrutar en tal semejante utopía. Porque sabemos que un día, y podemos reconocer que Ese día no está tan lejos, una mujer saldrá de su caparazón, elevará con toda su potencia e inteligencia, su voz y, con todo el apoyo necesario, llegará más lejos que nunca, y subirá al cielo más recóndito donde los dioses descansan; y dirá que ya está bien de estar tirado viendo el partidillo de fútbol de las nueve y que se pongan a ordenar el salón, que parece una pocilguera. Y les dirá también que no se preocupen por esos asuntos de los dioses, que si María tuvo a Jesús siendo virgen, Ella Podrá atender esas cosas.

Y se estrecharán la mano, Dios con Diosa, y este le pedirá perdón por haberla dejado de lado durante tanto tiempo, y se darán un fuerte abrazo, y cuando eso pase, no habrá UN trono en el reino de los cielos, sino DOS. Ambos a la misma altura y en el mismo centro. Y en la Tierra los principales gobernantes les darán así mismo un abrazo a las nuevas principales gobernantes. Y no habrá un podio chiquitito con UN solo hueco en el Primer puesto, sino DOS. Y encima del podio esos representantes unirán sus manos y su voz, y la alzarán, para que por fin veamos una luz y abramos las puertas a la Igualdad.

Porque la “Humanidad” es igual al cuadrado de la suma de las mujeres y los hombres.

Coloquio... Parte I capitulo 3


Para aquellos que se sienten especiales.
 
Helado de menta y chocolate

 

“Era primavera, y estábamos en un lugar más extraviado y perdido en la mentira y el recuerdo de los hombres que la ciudad de Macondo.

Aquel día decidimos ir a un espectáculo de magia en un local nuevo que habían abierto no hace mucho.

Allí fuimos y nos deleitamos con la capacidad que solo unos pocos saben manejar con total perfección.

Cuando salimos, el manto oscuro de la noche nos arropaba.

Nos dirigimos con total parsimonia al parque que está cerca de la rotonda. En el camino me decías entusiasmado lo mucho que te habían impactado aquellos trucos extraordinarios. Y dabas vueltas alrededor de mí loco de alegría y preguntándote en voz alta cómo habían podido hacer aquello.

Me miraste suplicante pidiéndome que te contara la verdad de esa espectacular mascarada, porque eras consciente de que todo impresionismo del que habíamos sido testigos tenía su secreto.

Me giré y en el momento en el que me disponía a narrarte la verdad oculta bajo aquellos antifaces, te tapaste los oídos bruscamente con la finalidad de no escuchar el verdadero truco, y me gritabas con una carita ingenua que no querías saberlo, que preferías quedarte en la magia de la inocencia, bajo su cálida y suave colcha.

Sonreía porque me lo había imaginado. Te pregunté que si para compensarte te apetecía uno de los helados que vendían en el puesto del parque, que siempre estaba abierto. Al segundo, felizmente me gritaste que por supuesto.

En el puesto que siempre estaba abierto te compré el único helado que vendían: el de menta y chocolate.

Adorábamos ese puesto porque nos parecía curioso que solamente vendieran helados de menta y chocolate. Yo también me compré uno; y continuamos paseando bajo la oscuridad y la protección de los brotes que empezaban a florecer de entre las ramas esqueléticas de los árboles.

Volvimos al tema de los magos y la magia. Y te quedaste pensativo durante unos minutos. Cuando terminaste tu reflexión, mientras dábamos lametones a nuestro respectivo helado, que nos mezclaba la suave y fría textura del helado con el aire apenas impregnado de la noche primaveral.

Me dijiste que habías estado pensando en un mago que llevaba una vistosa máscara roja que le cubría todo el rostro, y que asociabas esa máscara física con la máscara que esconde la verdad, tanto del truco de los trucos como de la personalidad de los humanos.

Nos quedamos pensativos sobre esto: las máscaras que cubren el rostro físico y las máscaras que esconden la identidad. Es cierto, muy pocas personas se muestran tal y como son la primera vez que la conoces. Pero, cuando va pasando el tiempo no es que la persona cambie, sino que se va mostrando tal y como es.

Eso es algo que me pone de los nervios; ¿por qué los humanos fingimos ser otros cuando de verdad somos de distinta manera? ¿Qué ganamos con eso? Hay veces que la sociedad discrimina o margina a aquellos que llevan una máscara física (sí, amigo, me refiero con esto a uno de los protagonistas que da el nombre al título de la novela más famosa de Gastón Leroux: “El fantasma de la ópera”. Un libro que personalmente me encanta y me fascina), sin embargo esa misma gente no se mira un momento al espejo para observar su verdadero reflejo, para descubrir quiénes son, sino que si miran y se colocan con todo el esmero cuidado una sutil y casi imperceptible careta que oculta su personalidad, o se perfuman de tal manera con el fin de que los demás no perciban sus intenciones, o se maquillan exageradamente hasta parecer payasos de circo o muñecas peponas.

En fin, después de haberme escuchado pacientemente y relamiéndote los labios de lo sabroso que está el helado, (aún te falta mucho para terminártelo, al contrario que yo, que casi lo acabé) nos despedimos en la rotonda con un caluroso abrazo en una noche primaveral; riéndonos de las máscaras superficiales que la gente lleva y poniéndonos de acuerdo en lo curioso que es el puesto que siempre está abierto y donde solamente venden helados de menta y chocolate. 

Coloquio...Parte I capitulo 2

Para todos aquellos que son obsesivos de las cosas curiosas.

La deshonra de los botones descosidos
“Estoy llegando a la conclusión de que soy obsesivo compulsivo.
Te contaré, mi querido amigo, las razones que me han llevado a deducirlo: cierro continuamente las puertas de todas las habitaciones y de los armarios en cuanto veo que alguna quedó abierta, no soporto una minúscula arruga en las sábanas que cubren mi cama, todos los libros están colocados de tal forma que en cuanto alguien entra en mi cuarto y me los descoloca me doy cuenta enseguida y los vuelvo a poner en su posición inicial, también la punta de los cuchillos al comer la tengo que colocar mirando hacia la derecha… Y cosas por el estilo.
Amigo mío, ¿crees que me he vuelto loco?
Entonces me miras, y yo te miro pensativo, y me sonríes con la sonrisa del gato Risón, y te empiezas a reír muy fuerte, y dices que estar loco no es nada malo, y emocionado te alzas imponente y majestuoso con un brillo infantil  en los ojos y dices, con la mano en el pecho como Napoleón, que todos los genios más maravillosos lo estaban.
Pasado un rato vamos al café de los sofás de rayas azules y nos sentamos.
Mientras pedimos te agachas porque crees que se te ha caído algo.
Lo encuentras: un botón. Uno de los múltiples que llevas con orgullo luciendo en tu chaqueta.
Entonces me enfado porque pienso que ese botón debe de estar en su sitio: entre el botón gordo amarillo y el chiquitito redondo azulado.
Y nos quedamos pensando en el botón, y en la deshonra que deben sentir los botones descosidos, al no poder estar con los demás de su propia especie.  En eso tú me dices que esos botones que se caen son especiales, (yo pienso que al igual que tú, especial, pero me lo guardo para mis adentros) porque cuando alguien va caminando pensando en sus cosas por la calle y de repente se encuentra un botón, lo mirará sorprendido; y durante unos instantes olvidará lo que estaba pensando para preguntarse por qué hay un botón tirado en la cuneta de la acera. Y nos reímos, porque nos imaginamos la cara extrañada de la gente cuando se encuentra un botón.
Y pasan lentamente las horas. Y se pone a llover. Y después de un largo rato deliberando sobre esto, yo saco de uno de mis diversos bolsillos una cajita pequeña blanca. Tú me preguntas que qué es. La abro y dentro hay una finita aguja y unas minúsculas bobinas de hilo. Escojo el negro y te pido que me des la chaqueta y el botón, para cosértelo.
Me miras raro porque no comprendes que tenga eso en mi bolsillo. Te respondo paciente que es por si pasa algo como eso. De nuevo me observas muy atentamente mientras coso el pequeño y morado botón.
Te digo al fijarme en tus ojos curiosos que lo único que se es coser un botón. Tú me dices que ya te lo imaginabas, que lo entendías ahora porque te preguntabas que de dónde sacaba tiempo para aprender a coser.
Te digo con una sonrisa paternal que saber coser un botón es esencial, pero que no me parecía raro que tú no supieras. Esto nunca te ha interesado.
Cuando termino te doy la chaqueta y te la pones. Y al poco tiempo me dices gracioso que soy obsesivo de las cosas curiosas.
Entonces te respondo con una sonrisa y un guiño que solamente soy obsesivo de la deshonra de los botones descosidos.


"Coloquio entre tú yo yo". Parte I

Relato creado en 2012. Reflexiones.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Invierno

 
“-Hola. Sí, te estoy hablando a ti. Hacía mucho tiempo que no hablábamos, ¿verdad?

¿Cuánto, años, meses o semanas? Ya no lo recuerdo. En fin, me alegro de que nos hayamos visto otra vez. Cierto es que tenía muchas ganas de verte. ¿Cómo te va la vida? Ya es que no sé nada de ti. Nos separamos en el tiempo hace ya mucho. ¿Te acuerdas? En aquella rotonda, la del parque que te gustaba tanto, donde quedábamos siempre.

¡Qué recuerdos aquellos! Todos los días nos veíamos y echábamos una parrafada mientras caminábamos. Y si llovía o no nos apetecía nos íbamos al café de los asientos de rayas azules. Y nos tomábamos algo. Y hablábamos sobre lo que nos iba  a deparar la vida, o el destino. O también de lo que nos había pasado desde la última vez que nos habíamos visto. Y, porqué no, de nuestros sueños y de nuestro pasado; de nuestras familias y antepasados, y de muchas otras cosas. Cabía lugar así mismo para los temas más actuales. ¡Cómo te ponías cuando discutíamos sobre lo que nos diferenciaba! Yo siempre elegía el negro, y tú siempre el blanco. Y te enfadabas. Porque no comprendías porqué escogía el negro. Y yo te decía cada vez que me mirabas con cara extraña que nunca me iba a gustar el blanco, y que a ti jamás te gustaría el negro. Porque éramos tan distintos… y tú tampoco entendías eso. Y cuando no entendías algo me sonreías, enseñándome mucho los dientes, de oreja a oreja, como el gato Risón, el de Alicia. ¡Cómo te gustaba ese gato! Sonreías como él. Y mientras intentabas comprender el porqué de las cosas, yo me preguntaba porqué sonreías así. Y tú siempre me respondías que puede haber un gato que no tenga sonrisa, pero que nunca me iba a encontrar una sonrisa sin gato. Y entonces era yo el que sonreía, y sonreías tú también. Y cuando eso sucedía la gente nos miraba raro. Siempre nos pasaba eso. Y nosotros mirábamos a la gente también. Porque nos parecía raro que les extrañara ver a otra persona reírse. Y les regalábamos una sonrisa, amistosa, verdadera y sincera. Alguna vez no nos devolvían la sonrisa, pero muchas otras sí. Comprendíamos a la vez entonces que debemos regalar una sonrisa a la otra persona, sea quien sea, porque no nos vamos a arrepentir, y tal vez esa persona nos la devuelva, como muestra de gratitud, porque no cuesta hacerle un poco más feliz el día a otro ser humano. Cuando nos poníamos a filosofar sobre los valores de la vida siempre acabábamos en este punto. En la sonrisa, en la risa y en la felicidad. Si estábamos en el café de los asientos con rayas azules y estábamos pensando y recapacitando sobre el mundo nos poníamos en una mesa alejada, para que no nos molestasen. Siempre coincidíamos en estos días. Quedábamos en la rotonda, nos saludábamos, nos sonreíamos y asentíamos a la vez. Si esto pasaba nos íbamos al café y buscábamos una mesa alejada. Recuerdo que estos días surgían con frecuencia en invierno, cuando hacía frió y no apetecía andar por el parque. Me acuerdo también que en estos días nublados eras tú el que comenzaba a hablar. Mirabas los árboles, con sus esqueletos al desnudo, fríos y tiesos, inertes, casi muertos…y suspirabas, y yo te preguntaba que qué te pasaba, y me respondías que esa muerte general de la vida en invierno te provocaba tristeza. Entonces nos parábamos frente al lago de los patos, donde en invierno no había patos, y el charco estaba helado. Tampoco se veían los peces, ni las barquitas. Nos sentábamos en el césped descolorido y pobre, cubierto a veces por escarcha.

 Mirábamos al lago, y me decías que adónde se habían ido los patos. Yo sonreía para mis adentros, siempre habías tenido un alma un tanto infantil, delicada, frágil, inocente…pero no me importaba y te respondía que los patos habían emigrado a un lugar más calentito donde pasar el invierno. De nuevo me preguntabas que dónde estaban, y yo te decía que a un lugar muy lejos, volando por entre las nubes algodonadas y tormentosas. Cuando te decía eso habrías mucho la boca, como sorprendido y a la vez comprendiendo, y mirabas al cielo y susurrabas que a ti también te apetecía emprender un viaje muy lejos. Luego te levantabas, corriendo, muy deprisa, y me tendías la mano para que me levantara yo también. Y te la cogía y entonces echabas a correr, gritándome alegremente que te siguiera. Y acabábamos entre los arbustos. Tú siempre me contabas que aquello era un laberinto enorme. Yo asentía, pues de verdad casi siempre nos perdíamos entre las ramas espinosas, heladas por el frío. Cuando salíamos de nuestro escondrijo volvíamos al café de los sofás de rayas azules. Y nos contábamos historias fantásticas, muchas veces inventadas en ese momento, y nos las creíamos al pie de la letra. Y nos asustábamos, nos reíamos…

¡Ay compañero! ¿Por qué era todo tan fugaz? Quedábamos pronto y nos parecía que las horas se nos pasaban volando. Decías que la vida es algo muy fugaz, y que hay que disfrutarla y apreciarla en todo su esplendor, viviendo cada día como si fuera el último. Saboreándolos intensamente. Yo en cambio te reprochaba que no es así. Que debemos tener los pies en la Tierra, que no debemos soñar con cosas imposibles, que tenemos que tener cabeza amueblada y no cometer imprudencias…

Así nos podíamos pasar una tarde entera, sobre qué modelo de vida era mejor. Y al día siguiente venías tú, todo ilusionado, subías las escaleras y llamabas intensamente a la puerta de mi piso. Solían ser las 12 o la 1 de la mañana cuando llamabas, no te gustaba madrugar. Yo en cambio  pronto, a las 7 o a las 8  estaba de pie. Cuando venías a mi casa era siempre por alguna razón, bien porque cuando desayunabas encontrabas algo curioso mientras veías la televisión o escuchabas la radio, bien porque habías ido a buscar el pan y encontraste algo interesante y querías que fuera la primera persona en saberlo, o bien por el motivo de la mayoría de las veces: una nueva manía.

Cuando eso pasaba entrabas corriendo a mi casa y te tirabas a lo loco en cualquier puf o en el sofá. Recuerdo bien cuando te dio por los mitos griegos. Fue después de que vieras el tema que estaba estudiando. Tenía mucho que hacer aquel día, pero me senté y te escuché. Te habías pasado toda la noche buscando información sobre aquellos seres. Me contabas apasionado los dramas amorosos que se asemejaban a las telenovelas que veías. Solo que estos no estaban en la televisión y eran entre dioses.

A mí todo aquello me parecía absurdo. Un montón de seres irreales que no existieron y que jamás existirán. Te decía intentando apaciguarte que no eran más que tonterías. Que te ciñeras a lo real. Entonces me mirabas con ojos enfadados, y me decías que eso ya lo sabías, pero que un punto de fantasía no destrozaba tus ideas. Volvías a lo que me estabas contando tras una pausa, como si lo que te hubiera dicho te daba igual. Y tras un rato contándome los diferentes mitos sobre el origen de las cosas conseguías captar mi atención. Cuando pasaba eso te miraba con ojos curiosos, deseoso de saber más, de que me contaras más. Al cabo de bastante rato te pedía que me dejaras hacer mis trabajos y estudiar un rato, que por la tarde nos veríamos para compartir y comparar ideas.

Me dejabas solo, con mis cosas de “persona mayor” como decías. Yo organizaba el salón, porque tú lo habías desorganizado todo, y me sentaba a estudiar, porque la semana siguiente o la próxima tenía exámenes que atender.

Luego llegaba la tarde, y de nuevo a la rotonda. Entonces me preguntabas entusiasmado qué pareja de las que me había contado antes me gustaba más.

 Y yo pensaba, y mientras pensaba tú ya habías comenzado con una ristra de nombres conjuntos de las parejas que más te gustaban. Y cuando habías terminado yo te decía las mías. Tú siempre tan impulsivo, sin esperar un minuto a que pudiera decir lo que quería…impaciente, incansable, interminable y a veces resultabas agotador.

Cuantos momentos, cuantas conversaciones que quedaron borradas y llevadas por el viento frío invernal, otoñal, entre las hojas, arrastradas por el vendaval, sepultadas en la tumba que solo tú sabes donde está. ¿Cuándo terminarás? Loco, demente, juguetón y saltarín. Imposible de frenar. Cabezota cuando algo se te metía entre ceja y ceja, y no parabas hasta llegar a ello. La verdad es que esa capacidad la admiro, y sé que tú también. Somos dos luchadores ya viejos, cansados, exhaustos por lo que hemos pasado. En la última recta, le damos una moneda a Caronte para que nos lleve en su barca por el lago Averno. Y cuando llegamos a la puerta del Inframundo tú te das la vuelta, dices que eres demasiado joven, que aún no te ha llegado el momento, que te quedan energías y fuerzas aún para continuar. Me dices que burlarás la Muerte, que la estrecharás la mano y te despedirás de ella, porque Ella también sabe que aún es demasiado pronto. Y entonces te giras, antes de irte, me tiendes la mano y me sonríes, como cuando no entiendes algo, igual. Y en ese momento te digo que estoy muy cansado, que no tengo ganas de seguir, que mi juego ha terminado y he perdido. Y no sé como tú me agarras del brazo, despides a Hades con  la mano sonriendo y a su esposa Perséfone. Te giras, me vuelves a ver a mirar, de nuevo me sonríes, y sin saber como esa sonrisa me da fuerzas. Entonces ya somos dos los que caminamos de nuevo a la vida. Caronte está en su barca, nos mira enrarecido, y tú le sonríes, y él comprende. Nos permite subir de nuevo a su barca, pero esta vez vamos hacia un sendero distinto. Nos cruza nuevamente el lago Averno en su barca y nos deja en la orilla. Tú le vuelves a sonreír, siempre consigues burlar la Muerte, siempre tiras de mí cuando ya estoy muerto, o pienso que lo estoy, y me agarras con fuerza y me levantas, y entonces ya vuelvo a ser el mismo. Volverá a pasar el tiempo hasta que volvamos a morir, pero sé que tú estarás ahí para burlarla e irás repartiendo sonrisas risonas entre los demás, entonces sonreiré yo también, y volveremos a quedar en la rotonda. Comentando como otra vez has conseguido salir del fondo.

 

 

 

 

 

"El placer de escribir": El último umbral.

Creo que todo aquel que verdaderamente ame el placer de escribir, y conozca y maneje un poco aunque sea de ese arte, debería mostrarlo a los demás, para que estos opinen si realmente es así de virtuoso como dice o no, EL ÚLTIMO UMBRAL, la meta de todo arista.  
Este Blog ha sido creado con ese propósito: dar a conocer algo que me han dicho que les parece bien, porque no hay juez más crítico que el propio escritor.
 
Espero que estos "pensamientos inútiles" os sean de vuestro más sincero agrado, y estoy abierta a críticas, opiniones, comentarios y cualquier otra petición que sirva para mejorar y crecer en este mágico y espectacular arte que es para mí el placer de escribir.
 
PD: Robert Guile, nombre con el que publicaré todos mis escritos es mi seudónimo, para que os extrañéis cuando hablo en voz de mujer.