5/ Gula
“Las trece uvas”.
Era un desfile de bolas redondas.
Un gato persa. Así era la mujer que repanchigada reposaba en
un alargado sofá.
El traje canela la apretaba, la impedía respirar con
absoluta normalidad.
El tocado de plumas del mismo color hacía que se viera un
tanto ridícula.
El escenario tenía un aire surrealista: todos peces gordos
bebiendo buen cava y fumando anchos puros y hablando de economía mientras sus
rellenas mujeres parecían sacadas de “Las tres gracias” de Rubens, compaginando
su charla con pequeños aperitivos que escuálidos camareros servían cada poco tiempo.
Ella, mujer rompecorazones por su dinero, había acudido a
esta peculiar fiesta en conmemoración de la apertura de una nueva galería de
arte.
Empezó el banquete. Agradables conversaciones. Aperitivos,
entrantes, primeros, cortantes, segundos de pescado y carne, y una gran
variedad de postres, licores y cafés.
No podía parar, no soportaba ver su plato vacío. Era casi
una obsesión.
No cesó un segundo
durante la cena, atragantándose numerosas veces con las espinas del pescado y
casi ahogándose con su propia bebida al tomarla.
Al terminar la cena, empezó un pausado baile, perfecto para
la dificultosa movilidad de los invitados. Ella prefirió reposar en el sofá.
Pero había algo que no le cuadraba; su estómago la pedía
más.
Las vio. En una delicada bandejita plateada descansaba un
racimo de oscuras uvas.
Gordas, bien constituidas, parecía que sintiera su llamada.
Se levantó, con el deseo que jamás se apagaba del comer.
Las comió, al principio de una en una, pero después a
trompicones.
Notó que no podía casi tragar ya. Los pipos la dificultaban
el paso de su tan ansiado manjar.
Tragó como pudo, su rostro empezó a tornarse de un tinto,
pasando al oscuro color de las uvas.
Aún así, descontrolada, demente intentó comer más.
No lo aguantaba, el techo y el escenario empezaba a darle
vueltas. Empezó a ver borroso; y cuando se metió en la boca la decimotercera
uva cayó desplomada al suelo.
Gritos de horror en la sala. Cunde el pánico. Algunos
hombres se agachan con miedo a la escena. Está muerta.
Aquellas trece uvas no fueron más que la representación de la
gula que la llevó a la muerte.
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