4/ Ira
“Incendio”.
Reaccionó de manera exagerada. Cierto es que lo estaban
poniendo a prueba, y que era muy propicio a estallar así. Pero fue demasiado.
Lo humillaron ante un gran grupo de gente; lo acribillaron a
insultos y blasfemias; y él se dejó llevar por su furia.
Juró que pagarían por aquellas tormentosas horas.
Salió de allí. Su sangre hervía con odio y rabia. Regresó
horas después, anhelando venganza. En sus ojos se divisaba fuego de desprecio,
casi un sentimiento de misantropía contra aquellos hombres.
Lo preparó todo.
Entró en el edificio dando fuerte cada paso, como si
quisiera desahogarse rompiendo el piso. Llegó hasta donde estaban los hombres
riéndose despreocupados, ajenos a lo que les iba a pasar.
Estalló. Como si de una lluvia de ardientes meteoritos se
tratase, atacó.
Un gato enrabietado, con uñas y dientes, contra ellos, eso
era.
Los intentaba tirar, encendido con un incontrolable deseo de
querer matarlos.
Onomatopeya que dio el inicio de la vida de una cerilla.
Final, empezó el fuego. Primero una diminuta llama. A los
pocos segundos ardía el edificio entero.
Al igual que si estuviera poseído por el mismo Satanás, en
medio de una risa maníaca caminaba jactándose de los hombres que antes lo
humillaron, que ahora ardían vivos despavoridos sumisos en el pánico por las
plantas del edificio.
Parecía inmune a las bravas llamas.
No afectaban a su cuerpo. Solo buscaba la más dura y cruel
venganza, que en vez de fría se servía flaneada en este infierno de humo y
fuego.
Cataratas con lava y flamas descendían por las paredes. Era
una pesadilla con forma de volcán. Aumentaba la temperatura. Hacía mucho calor.
El humo se iba apoderando del oxígeno que intentaba moverse por la habitación.
Pero él seguía caminando, muy despacio, malévolamente
riéndose, salía así de aquel edificio consumado por las llamas y el fuego de su
cólera.
Frenó. La sirena anunciaba la llegada de policías y
bomberos. Escapó. Pocos metros delante de la pila de fuego se paró. Contempló.
Rió. Y sintió que había sido la fuerte llama de la rabia quien lo poseyó, y no
el mismo diablo quien lo ayudó en esa acción.
Huyó. Loco corriendo en la tarde alejándose del incendio que
provocó su ira.
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