martes, 12 de enero de 2016

Elegía a mi abuela: A thousand Years

Ayer domingo 10 murió mi abuela. El mejor homenaje que puedo hacerle es esta elegía. Por ti, abuela, nunca te olvidaré.



Qué Dios guarde tu descanso, querida abuela; entre los vivos perdurará el recuerdo de tu sonrisa.

Tú, que e enseñaste una de las partes más dulces de la vida.
Tú, cuya voz hacía reales las lecturas.
Tú, que caminaste decenas de kilómetros por una hogaza de pan.
Tú, que has sufrido infinitos males.
Tu calor dormirá por siempre conmigo.

Camina orgullosa ahora, fuera la debilidad, adiós a la cataplasma.
Disfruta, ayer te reuniste con el abuelo.
Allí os veo, en el huerto Medina, rodeados de flores multicolores y olores increíbles.
Vive el sueño onírico del pequeño paraíso que era Franconcrés.
Volverá el agua cristalina a recorrer los campos, memorias de la regadera dormida.
No estarás sola, él y Él te darán sus manos.
Ya no tendrás que ir a por agua a la fuente, solo tendrás que preocuparte por tu té con condensada leche.

Déjame pintar este sueño de romero, de espliego, de pasionarias y gladiolos.
Déjame recordarte lo mucho que te queremos.
Qué las uvas bañen tus respuestas, qué vivas libre allá donde estés.
Déjame verte con aquellas gafas que realzaban tus ojos bellos, el rubio y corto cabello ondeando bajo el aire de la Sierra de Gredos.
Viaja al lugar de tu infancia de espejos, siéntete abrazada por los seres que ya se fueron.
Perdona las ofensas que te hicieron, yo rezaré para que tu alma descanse en el Cielo, un cielo bien merecido de gotas y deseos.

Tal vez pienses que estas palabras no son mías, tanto te asombrabas de lo que escribo, pero no me sale más que esto y recordarte con lágrimas y enterrada entre libros.
Todos lloran por ti.

El francés que vino de Francia en busca de una mujer dejó su sayo en el cementerio, la casa de dos mil doblones, las paredes de plata, el techo de oro y el alfombrado y los leones velando tu recuerdo.

La niña que cantaba "Madrecita del alma querida" en su pecho tiene clavado el dolor, no le importa el color que ella tiene porque al fin tú eres madre y abuela, la flor.

Al que le habían dicho que había dicho un dicho, un dicho que no ha dicho él, la lengua se cortó y ahora solo repite tu nombre.

Aunque amores yo tengo en la vida, que me llenan de felicidad, como el tuyos jamás, dulce abuela mía, como el tuyo no podré encontrar.

Te quiero, abuela, te quiero...


4 comentarios:

  1. Francisco Javier Martin BUenadicha12 de enero de 2016, 5:32

    Preciosa elegia, Ángela. Un beso muy fuerte y no dejes nunca de acordarte de Sagrario

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  2. Muy emotiva y elegante. Realmente es la mejor manera de honrar su memoria. Sé fuerte en estos momentos tan duros, y no olvides que nos tienes aquí para lo que quieras. Muchos besos y mucho ánimo para ti y para tu familia.

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    1. Mil gracias, pequeña marrriposssa. La verdad es que me ha venido muy bien desahogarme escribiendo, creo que es lo mejor que puedo dejarle.

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